por Mauricio Gaborit

Las grandes figuras de la psicología lo son no sólo porque han encontrado formas creativas de integrar saber nuevo al cuerpo del conocimiento psicológico y a las metodologías que se utilizan para generarlo, sino también porque han logrado incorporar estas formas mas allá de la disciplina. Para estas figuras la psicología deja de ser una actividad a la que se dedica con entusiasmo, seriedad y honestidad para convertirse en un horizonte desde donde se articula un proyecto de vida hondo, comprometido y esencial, íntimamente ligado al entorno social en el que se encuentra el científico. Los formalismos necesarios para la sistematización de los hallazgos y las formulaciones teóricas dan paso al compromiso que penetra la temática y su abordaje conceptual y el significado que tiene el proyecto intelectual. Tal es el caso de Ignacio Martín-Baró, sacerdote jesuita, psicólogo social, pensador profundo y analista acucioso, asesinado por el ejército salvadoreño en la madrugada del 16 de noviembre de 1989 en el predio de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, donde se desempeñaba como vicerrector académico y jefe del Departamento de Psicología.

Son varias las contribuciones de Martín-Baró a la psicología social. Una de ellas es el reclamo activo y correctivo de cimentar una psicología desde y para Centroamérica. Los temas que desde el primer mundo habían dado forma a la psicología social a mediados del siglo XX, se encontraban cortos y estériles a la hora de enfrentar la situación por la que atravesaban los pueblos latinoamericanos hacia finales de ese siglo. En concreto, los hallazgos y formulaciones teóricas psicosociales de Festinger, Newcomb, Ash, Heider, Jones, Schachter y Seligman -sólo por citar algunos- poco ayudaron a entender la situación de violencia que permeaba en la vida cotidiana de los salvadoreños en pleno conflicto armado a finales de los años sesenta.
Martín-Baró comenzó a reformular una psicología social en la que las experiencias de las grandes mayorías empobrecidas y la lucha por lograr su liberación, influyeron de manera decidida en su proyecto temático. Surgió así una psicología social caracterizada por el rigor científico, la atención crítica a la herencia intelectual, el respeto a las experiencias de los pobres y violentados de la historia, la mirada atenta a los elementos utópicos de la historia humana y la convicción de que el estudio de la acción ideológica era definitorio para la psicología social. Su esfuerzo fundacional continúa siendo actual porque si bien las condiciones sociales y políticas al iniciar el siglo XXI en el istmo centroamericano han cambiado, lo que no ha cambiado es la necesidad de abordar problemas reales en las ciencias sociales, ni la situación pobreza, violencia y exclusión en la que viven amplios sectores de la población.

Por otro lado, Martín-Baró reintroduce como eje fundamental de la psicología social el concepto histórico de las acciones humanas que ya Vygotski habían señalado como esencial para esta disciplina. En toda su obra aparecen subrayada “la esencial historicidad del ser humano”. La temporalidad que viciaba las formulaciones más prestigiosas de la psicología dominante fue sometida a una crítica dura y constante por Ignacio Martín-Baró. De ese cuestionamiento surgió una propuesta fresca, honda, pertinente y liberadora. Las coordenadas dibujadas en la obra de Martín-Baró son muy concretas: la historia de los pueblos latinoamericanos que han vivido en sometimiento y que se esfuerzan por su liberación, y la de El Salvador convulsionado por una guerra donde las grandes potencias ejercitaban su poder y escenificaban ámbitos de influencia. Allí, en ese El Salvador donde optó por vivir Ignacio Martín-Baró, abundaban las desapariciones forzadas, las torturas, los arrestos arbitrarios, la intimidación política, la represión de toda índole y las masacres de comunidades rurales enteras llevadas a cabo por el ejército salvadoreño. A ello había que añadir los crímenes de los escuadrones de la muerte que operaban con la complicidad de varias instancias oficiales. La psicología social era la posición intelectual y personal de Martín-Baró, para decir algo sobre esa realidad crucificante y ayudar a su liberación.
Una tercera contribución de Martín-Baró fue señalar la intención encubridora de los métodos positivistas que se habían afincado en el corazón mismo de la psicología

generada por el primer mundo. Estos métodos escondían, bajo capa de imparcialidad y objetividad, el ejercicio del poder por medio del cual una minoría determinaba el tipo de problemas sobre los que debían interesarse los psicólogos. Martín-Baró denunció que la psicología había incorporado como presupuesto de su marco teórico la misma ideología que justifica las relaciones de poder vigentes. Al afirmar la primacía del dato, desconociendo su origen y significado social, el ideario positivista legitimaba el estado de cosas y entorpecía los intentos de transformación de la experiencia social. La propuesta intelectual de Martín-Baró, por el contrario, señala la primacía de la verdad practica sobre la verdad teórica, subraya el carácter significativo de la acción y orienta nuestra atención hacia lo que queda velado, oculto y excluido en los conceptos y modelos que utilizamos.
En poco más de 20 años de producción intelectual, Martín-Baró escribió más de 100 artículos y más de una decena de libros. Todos estos escritos conservan su lozanía y pertinencia. Aquí queda ya esbozada una psicología intencionadamente atenta a la realidad inmediata y una propuesta crítica respecto a la psicología social dominante. Como consecuencia se perfila una disciplina que después de la muerte de Ignacio Martín-Baró ha ido tomando cuerpo como psicología social de la liberación.
Reproducción autorizada por el autor. Publicado originalmente como Prólogo del libro compilado por Gerardo Pacheco y Bernardo Jiménez (1990), Ignacio Martín-Baró (1942/1989). Psicología de la Liberación para América Latina. México: ITESO.