Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Fotografías de Juan Rulfo
Desinterés e invisibilidad
El 20 de mayo es el día del psicólogo en México. Hay quienes lo escriben con mayúscula, “Día del Psicólogo”, quizás intentando recalcar su importancia e imponer cierta reverencia. También hay quienes buscan promover y oficializar la celebración por todos los medios a su alcance, entre ellos eventos, regalos, invitaciones a comer y recordatorios en redes sociales. Por lo pronto, a pesar de tantos esfuerzos bienintencionados, casi nadie, ni dentro ni fuera de la profesión, parece tomarse muy en serio esta gota en el torrente de fechas conmemorativas que inunda y satura el calendario.
Tal vez haya profesionistas de la psicología que abriguen la ilusión de tener un día tan glorioso como lo son, en México, los de la madre y los muertos. ¿Pero cómo pretender compararnos con semejantes figuras de nuestra cultura fascinada por la mortalidad y la maternidad? Ni siquiera pienso que podamos ofrecernos jamás un día tan desgastado como el del maestro, el feriado 15 de mayo, el cual, por su contigüidad con el 20 de mayo, suele opacar el día del psicólogo, al menos en las facultades y departamentos de psicología.
Son muchas las razones que explican el desinterés por nuestro día. Podemos empezar por lo más obvio y observar que hay considerablemente menos psicólogos que muertos, madres y maestros. En México, por cada psicólogo titulado, hay cerca de 150 maestros, 2500 madres y una cifra incalculable de muertos. Y cuando nos comparamos con otros países latinoamericanos descubrimos que la proporción de psicólogos en el país, 12 por cada 100 mil habitantes, es aproximadamente cuatro veces menor que la de Colombia, cinco veces menor que la de Brasil y diez veces menor que la de Argentina.
La escasez de psicólogos mexicanos podría favorecer en cierta medida el desinterés por nuestro día, por nuestra profesión y por nuestra persona. Podemos considerarnos un sector social relativamente minoritario que pasa desapercibido con facilidad. Pero sería ingenuo pensar que nuestra invisibilidad se explica únicamente por nuestra escasez. Los bomberos son también escasos y no por ello dejan de atraer la atención, inspirar admiración y ser efusivamente reconocidos en su día, el 22 de agosto, cuando reciben felicitaciones de periodistas, actores, legisladores, gobernadores y hasta presidentes. Sin embargo, mientras que todo el mundo sabe para qué sirve un bombero, nadie tiene muy claro para qué puede servir un psicólogo. Ni siquiera nosotros, los profesionales de la psicología, nos hemos puesto de acuerdo sobre nuestra función.
Cuando se nos homenajea o nos homenajeamos, podemos estar seguros de que no hay consenso con respecto al motivo del homenaje. Muchos ni siquiera tenemos la más remota idea sobre lo festejado. No vemos nada que celebrar, nos preguntamos cuál es el objeto de la celebración y desconfiamos de quienes creen saberlo y pretenden ofrecernos respuestas. Por lo demás, las respuestas no dejan de contradecirse, aun cuando se refieren a lo más puntual.
¿Cómo esperar que se tome en serio nuestro 20 de mayo cuando ni siquiera hemos conseguido ponernos de acuerdo con respecto a la razón exacta por la cual se nos festeja en ese preciso día y no en cualquier otro? Hay quienes aseveran que fue el día en que se otorgó la primera cédula profesional de psicología en México. Pero hay también los que aseguran que fue la fecha en que se aceptó el primer programa en psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Otros más responden que fue cuando se fundó la primera facultad en la misma universidad. Y no faltan quienes ofrecen otra interpretación.
Tramitología y autocomplacencia
Entre las diferentes versiones de lo celebrado el 20 de mayo, el único denominador común es que se trata de un hecho estrictamente institucional, burocrático, administrativo. Este mismo carácter oficinesco se encuentra en la elección de la fecha por la Federación Nacional de Colegios, Sociedades y Asociaciones de Psicólogos de México. No hay aquí ningún acontecimiento histórico, ninguna conquista social, ninguna gesta heroica, ningún sacrificio ni natalicio.
El 20 de mayo sólo hubo el cumplimiento de una gestión administrativa convertida en festejo mediante el cumplimiento de otra gestión administrativa. Esto es, en definitiva, lo que celebramos el día del psicólogo en México. Celebramos un doble trámite, lo cual, personalmente, me parece revelador, ya que nos descubre un aspecto esencial de la psicología mexicana que se festeja el 20 de mayo. En esto, al menos en esto, los festejados somos consecuentes. Festejamos lo que somos.
Así como nuestro festejo se refiere simplemente a un par de aburridos trámites, así también la historia que nos atribuimos, tal como nos la contamos, consiste fundamentalmente en una tediosa cronología de gestiones administrativas profesionales y académicas, desde la aceptación del curso de psicología en la Escuela Nacional Preparatoria en 1896 hasta la realización del enésimo congreso de la sociedad fulana de tal, pasando por las fundaciones de sociedades y facultades, las publicaciones de libros, las traducciones o adaptaciones de pruebas psicológicas, las modificaciones de programas universitarios, las estancias de académicos extranjeros en el país y las aprobaciones de reglamentos. Esta historia, lo mismo que la enseñanza y la práctica profesional de nuestra disciplina hoy en día, transcurre casi exclusivamente dentro de espacios institucionales bien estructurados, entre papeles y computadoras o máquinas de escribir, en oficinas, auditorios, consultorios y salones de clase. Nuestro campo se parece más a un laboratorio experimental que a un verdadero ambiente natural. Todas las variables están controladas. Nuestros contactos con el exterior están estrictamente codificados, restringidos y previstos: aplicamos pruebas, diagnosticamos, evaluamos y calificamos a nuestros futuros colegas. El contacto con la sociedad suele estar así mediado por instituciones educativas o profesionales que generalmente nos vuelven hacia nosotros mismos, nos hacen comunicar e interactuar entre nosotros, aseguran que nos vigilemos unos a otros, nos aíslan del mundo en que vegetamos, planifican y fiscalizan lo que hacemos, acotan el rango de nuestras facultades y así contribuyen a garantizar la falta de efectos sociales de nuestro trabajo.
El carácter altamente institucionalizado, predominantemente autorreferencial y socialmente intrascendente de nuestra profesión está bien representado por los dos trámites insulsos que festejamos en el día del psicólogo. Pero si esto es lo que celebramos y lo que somos, entonces no debería sorprendernos el desinterés hacia nuestras personas y nuestro día. Lo sorprendente es que nos hayamos ofrecido un día para celebrarnos, que lo fundemos en tan poco y que insistamos tanto en tomarlo en serio. Todo esto es también revelador. Nos revela nuestra presunción, vanidad y pedantería.
La autocomplacencia que mostramos con respecto a nuestro día es la misma de la que hacemos gala cotidianamente. La simulación por la que se caracteriza nuestra actividad profesional y profesoral es la misma por la que simulamos un mérito digno de ser festejado. En realidad, si fuéramos justos con nosotros mismos, deberíamos admitir que no merecemos ningún festejo. No lo merecemos porque nosotros, los festejados el 20 de mayo, no podemos jactarnos de ninguna contribución importante ni a la historia de la psicología ni mucho menos a la historia de nuestra sociedad.
Inutilidad y culpabilidad
No hemos hecho prácticamente nada, como psicólogos que somos, para combatir o al menos para denunciar los mayores problemas de nuestro país, entre ellos la miseria crónica de las clases populares, las abismales desigualdades sociales, la discriminación y segregación de los indígenas, y la violencia política y económica ejercida predominantemente contra los más pobres, los más desprotegidos, que no suelen cruzarse con psicólogos en sus caminos polvorientos. No se nos ha ocurrido nada efectivo para contrarrestar el papel de los medios masivos de comunicación en la despolitización de los espectadores, la manipulación de los electores y la reproducción del racismo. Tampoco nos hemos caracterizado por brindar alguna clase de apoyo psicosocial a las acciones colectivas o insurrecciones populares que han aportado soluciones ante las situaciones problemáticas recién mencionadas.
Lejos de enfrentar los mayores problemas de nuestro país, los psicólogos de México, al igual que los de otros países, hemos contribuido a mantenerlos e incluso agravarlos por los más diversos medios, por ejemplo al psicologizar lo económico y lo político, al individualizar los conflictos colectivos, al esencializar las consecuencias de la miseria y al distraer la atención de las causas sociales para centrarla en los efectos personales, conductuales o cognitivos. También somos culpables de patologizar comprensibles y prometedoras desadaptaciones y subversiones, así como facilitar válvulas de escape catártico para la insatisfacción y la indignación. Por si fuera poco, nos hemos vuelto especialistas en suministrar coartadas para los crímenes diarios de quienes pueden pagarse un psicólogo privado, y que van desde la despiadada explotación de los trabajadores hasta las diversas formas de corrupción y conservación de privilegios, las violaciones sexuales de empleadas domésticas o las agresiones racistas en contra de subalternos o desconocidos.
Más que inútiles, hemos sido nocivos para el conjunto de la sociedad mexicana y especialmente para las mayorías populares. Tan sólo hemos podido cumplir una función positiva para las minorías dominantes. Quizá ésta sea la única razón por la cual podemos seguir existiendo todavía. Después de todo, existimos porque somos pagados, y somos pagados por nuestros beneficiarios, es decir, por quienes pueden pagarnos, ya sean las propias minorías dominantes o un gobierno que tiende a estar subordinado a los intereses de esas minorías.
Nuestros beneficiarios han sido minoritarios y esto explica también el carácter minoritario del interés por nuestro día, nuestra profesión y nuestra persona. Somos prescindibles para las mayorías populares mexicanas, las cuales, sin nosotros, vivirían igual o quizás incluso mejor. ¿Por qué habrían de celebrar nuestro 20 de mayo?Puesto que no le servimos de nada ni a la sociedad ni a las mayorías, la celebración de nuestro día sólo podría estar justificada si hubiéramos rendido un servicio a la humanidad, a la civilización, a la ciencia o al menos a la psicología como especialidad científica. Sin embargo, en este caso, debemos rendirnos a la más abrumadora evidencia de nuestra inutilidad. No hemos aportado, por lo general, más que traducciones, adaptaciones, verificaciones y falsificaciones de lo concebido y desarrollado en las psicologías europeas y estadounidenses. No hemos sido capaces de crear y elaborar un conocimiento psicológico nuestro, que responda verdaderamente a nuestros problemas, a nuestras inquietudes y aspiraciones, a nuestra historia y nuestra cultura. Tampoco en este plano hemos hecho algo que merezca ser festejado.
Nosotros y los otros
En lugar de celebrar a quienes no lo merecemos, yo personalmente preferiría dedicar un día significativo, y no el 20 de mayo, a todos aquellos que deberían ocupar el festejo que estamos usurpando. Me refiero a quienes han tenido éxito en todo aquello en lo que nosotros hemos fracasado. No son exactamente psicólogos, aunque bien podríamos darles ese nombre, siempre y cuando evitáramos confundirlos con los psicólogos en sentido estricto. No debemos confundirlos con nosotros ya que no han hecho exactamente lo que entendemos por psicología. Ofrecen algo muy parecido, quizás mejor, pero no igual. Sin embargo, de nuevo, por economía de palabras, podemos decir que se trata de psicología y festejar a los mexicanos que se han distinguido en ella.
Me gustaría celebrar a colectivos o individuos que han reflexionado, hablado o actuado con respecto al alma o el psiquismo en México, pero que lo han hecho de un modo muy diferente a como lo hacemos los psicólogos convencionales, ya sea de modo colectivo y no individual, o bien en las perspectivas de las culturas indígenas, en el seno mismo de las tradiciones populares, o en la filosofía, la literatura y la lucha política. En todos los casos, encontramos elaboradas teorías, narraciones o prácticas “psicológicas” en las que se han superado nuestras deficiencias al irse más allá de los estrechos límites que nosotros mismos nos hemos impuesto con pretextos disciplinarios, institucionales, epistemológicos o metodológicos. Estoy pensando, por ejemplo, en las originales concepciones mesoamericanas del alma, particularmente las aztecas y purépechas, sin parangón en el mundo europeo, y que han logrado subsistir hasta la actualidad, resistiendo a sucesivas psicologías coloniales a lo largo de cinco siglos. Pienso también en el agudo análisis del alma indígena y la vigorosa crítica de la psicología racista europea que encontramos en defensores de indios como Julián Garcés, Vasco de Quiroga y Bartolomé de las Casas. Habría que agregar la penetrante revalorización de la vida onírica en nuestra poetisa Juana de Asbaje, las novelas psicológicas de Salvador Quevedo y Zubieta, las propuestas prácticas de psicología política militante que van desde Ricardo Flores Magón hasta el Subcomandante Marcos, y evidentemente las aproximaciones al drama psíquico histórico de la mexicanidad en Justo Sierra, Samuel Ramos, Emilio Uranga, Octavio Paz y Luis Villoro, entre muchos otros.
No terminaría si quisiera ser exhaustivo. Son muchos los “psicólogos” mexicanos que deberían ser festejados, pero no son aquellos en los que pensamos. Los que merecen el festejo no somos nosotros, los mediocres profesionales de la psicología, sino los otros, los demás, todos, pues el pueblo mexicano tiene su “psicología”, sus innumerables descripciones y explicaciones de lo que nosotros denominamos “psiquismo”, y éstas son definitivamente más auténticas, lúcidas y provechosas que las ofrecidas por esa disciplina tan simplificadora y perjudicial de la que tanto nos vanagloriamos.
Muy elocuente, preciso y contundente, como siempre, profesor David.
Que buen análisis de esta fecha. al igual creo que aún no se ha hecho lo necesario para ser festejada, hay que ser coherentes con lo que se hace y dejar que la sociedad y no nosotros juzgue nuestra valía.
Sin duda un discurso que incita a reflexionar La Psicología y aquellos que se envuelven en su saber, así como la conveniencia política de la celebración.
Me parece una argumentación válida sobre el alcance de la psicología que ha estado subordinada a otras áreas del conocimiento como son la medicina por demás hegemónica por la “objetividad” de sus resultados. Coincido en la falta de compromiso social que como toda formación capitalista ha tenido la psicología, sin embargo, será interesante no sólo nombrar que ha sido perjudicial para la colectividad, sino puntualizar en el “como” y en “que” ha tenido su efecto negativo. El Día del Psicólogo surge como una necesidad de nombrar a la Psicología, no para festejar. La intenciónalidad de dar nombre es darle un lugar a algo o a alguien. Por ejemplo, yo me llamo Lucía y mi nombre tiene un origen: el que mis padres le dieron. NO SOY LUCÍA, porque hay muchas personas que llevan ese nombre y no tuvo la misma razón. Desde mi perspectiva, la psicología no ha contribuido como muchos pensamos con la colectividad porque el mayor problema que tiene es ser un híbrido; mitad idea, mitad materia, hija de la medicina y la filosofía y no reconocida por ninguna, por eso no hay que festejarla, hay que nombrarla. Esta es mi más humilde opinión.
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Republicou isso em David Pavón-Cuéllar.
La psicología clínica me salvo la vida, y en ella encontré el sentido(como muchos lo hacen), no necesito decir más. Mi sugerencia sería la siguiente, viva la experiencia y posteriormente critique, no existe peor ignorante que aquel que se encubre en el intelectualismo como reflejo de su necesidad de reconocimiento a través de un escrito falto de vivencia personal, usted habla sin conocer. Saludos a todos, no idolatren aprendan por si mismos, yo reconozco los cambios que logramos en la vida de las personas y lo vivo, a mi nadie me lo contó.
excelente análisis veridico, objetivo y fuerte como las verdades descritas en su texto lo felicito
Una disertación muy interesante…
Estoy de acuerdo en diversos aspectos, sobre todo en la denostación respecto a la celebración en sí. Pero no lo estoy (no del todo) con el punto de vista de que no hay actividad de relevancia social realizada por psicólogos. Mucho me temo, por experiencia propia, que hay psicólogos(as) que se despegan de ciertos lineamientos clínico-academicistas (o como se lo quiera llamar) para militar activamente en proyectos comunitarios de diversa índoles. Que no tengan eco en los medios es otro tema.
algo presuntuoso el artículo, ¿no cree? me parece exagerado el traducir un día conmemorativo como la búsqueda infructuosa para alcanzar un status afectivo…
Con respeto y amor…
Nunca había leído una invitación al hacer en psicología, tan cargada de imágenes de la mediocridad en la que algunos psicólogos nos sumergimos. Coincido en que de ser posible se expongan con claridad las formas en las que perjudicamos a la sociedad, en lugar de beneficiarle. Aunque entiendo, que muy probablemente, la más grave de esas formas de afectación, este precisamente en nuestro silencio. Un silencio quizá doliente, al constatar la manipulación educativa, sin mencionarla en ningún lado. Un silencio patético, que observa la alienación del sujeto mediante la medicina institucional, sin un intento real de tratamiento psicológico que lo aleje de medicación alguna. Un silencio sofocante de alianza con el poder, al poner nuestras firmas en programas de salud, que solo son reales en el papel y la apariencia. UN SILENCIO que obstruye, que debilita y finalmente absorbe el derecho a la celebración que solo nuestro hacer pudiera reclamar.
Atte. El silencio…
buen día! me gustaría saber en donde me pudiera comunicar con el autor del articulo, me surgieron muchas dudad que me gustaría compartir directamente con el
Pésimo artículo. Fuera de contexto, subjetivo en extremo, arrogante, frustrado y con una visión muy reducida de lo que hacemos los psicólogos. Fue una lástima.
Al fin, gracias profr no estoy solo. Deserte y no me titule, justamente por eso a pesar de faltarme un mes para concluir. Por contrapsicologías
De acuerdo en lo general, aunque creo que deja de lado un justo reconocimiento (quizá no para un ‘dia de’, pero sí para ser mencionado) a la labor de un gran número de psicólogos clínicos y sociales que laboran de manera comprometida con poblaciones en desventaja económica y cultural, mejorando efectivamente la calidad de vida de quienes atienden, desde organizaciones civiles o desde instancias del Estado, muchos de ellos con una visión no alienada al sistema, yendo a contracorriente cada día. Saludos!
Profunda, empírica e histórica la reflexión. Sólo que yo conozco a muchxs psicólogxs mexicanxs que han hecho trabajos importantes. Mencionó dos ejemplos solamente: En lo teórico, Christlieb y en lo práctico: la CMDPDH. No es ni la mayoría, ni un buen número; pero creer que no existe es seguir sin construir alternativas a la psicología dominante.
Encontré esta lectura, precisamente buscando algo sobre el dia del psicologo, no se que decir, hay tantas cosas con las que estoy de acuerdo y otras tantas que me hacen reflexionar sobre mi profesión. El profesar la psicologia, no es cuestion de definición, es cuestion de accion de sentir, de creer en lo que haces, de amar lo que haces. Gracias por lo escrito y por lo reflexionado. Además me tome la libertad de compartirlo a otros compañeros psicólogos. Buen dia
Sr. David se nota que tiene una deuda con la vida…que aun no logra saldar…deje de escribir denostando a la psicología y a los que desde nuestra trinchera tratamos de contruibuir en lo que podemos, y mejor haga…transforme, si no le gusta celebrar el dia del psicólogo en México, pues hagase a un lado….y deje a los demas vivir por si mismo…en el mejor caso, supongo es usted un científico que si esta haciendo algo por la profesión, si no es asi entonces empiece ya… y cuando escriba nuevamente un texto el referencia a la psicología haga referencia a sus artículos publicados para que puedamos conocerle mas. Me queda mal sabor de boca con su escrito que llego a mi supuestamente como una reflexión
El artículo puede ser aplicable para algunos colegas, pero no se puede hacer una generalización, he visto varios psicólogos luchando por tratar problemas de neurodesarrollo en zonas de alta marginalidad, conozco las carencias presupuestales que se tienen, y la insensibiidad para pagar al profesionista lo que es justo, en un país donde se paga por lo que urge, no por lo que es importante, si el dilema es nuestro aporte a la sociedad, que el autor del artículo busque sus propios apoyos, luche, marche a comunidad y establezca las mejores estrategias de intervención terapéutica enmedio de las adversidades, y gane ese reconocimiento a pulso, pero que no quiera generalizar incluyéndonos a psicólogos que hemos ido a comunidades alejadas cargando en la espalda equipo de 20 a 30 kilos de peso solo por darle seguimiento a nuestros pacientes.
Un articulo crudo que desvaloriza la labor de los Psicólogos en general. La Psicología es una ciencia joven que tiene su propia personalidad y objeto de estudio, se ha diseminado por todo el mundo y tiene un peso en los programas Educativos,en la Salud Mental en el balance de una sociedad que busca respuestas y que otras disciplinas no le dan, falta mucho por hacer, pero eso no significa que debemos minimizarla, como Psicólogo estoy orgulloso de mi profesión y lo estaré siempre, a pesar de opiniones negativas.